Acostumbrada a un desempeño discreto, la economía cubana ha atravesado un lustro tormentoso. Luego de casi tres décadas con tasas oficiales de inflación de un solo dígito, el rápido aumento de los precios y la pérdida de valor de la moneda nacional están en el centro de las preocupaciones de los ciudadanos.
¿Es la inflación el problema o un síntoma de complicaciones más profundas?
En los factores explicativos del fenómeno se han ponderado con mayor frecuencia los aspectos relacionados con la demanda, incluidas decisiones de política económica interna como el denominado ordenamiento monetario en 2021. Sin embargo, la combinación de tasas de inflación muy superiores a los niveles precrisis, estimadas en valores de tres dígitos , junto al hundimiento del producto interno bruto (PIB) y su lenta recuperación sugieren un papel primordial para perturbaciones en la oferta agregada.
Esta explicación complementaria no desdeña las consideraciones sobre el proceso de eliminación del peso convertible, el incremento de la oferta monetaria y los consiguientes efectos sobre la demanda. Por el contrario, llama la atención sobre otros factores que redondean la comprensión sobre el fenómeno actual y sus posibles soluciones. En su condición de país en desarrollo con severas limitaciones en el acceso al financiamiento externo, la economía cubana se caracteriza por la fuerte influencia de la balanza de pagos en los equilibrios domésticos. Las perturbaciones externas, ya sean comerciales o financieras, tienen un impacto notable en la determinación de la dinámica del PIB y el nivel de precios domésticos.
Una causalidad que se manifiesta de forma particularmente aguda en Cuba es la supeditación del nivel de la oferta agregada a la disponibilidad de divisas, en lugar de la capacidad productiva. Sin moneda extranjera (dólares y otras) se reducen las importaciones, lo que incide tanto en la producción interna (a través de la menor disponibilidad de bienes intermedios), como en la oferta de bienes de consumo finales. Diversos estudios sobre crecimiento económico en Cuba han encontrado que las importaciones tienen un alto poder explicativo de la dinámica del PIB, a partir de su efecto en el aprovechamiento de otros factores productivos. Por ejemplo, la escasez de energía reduce el aprovechamiento de la capacidad instalada y de la fuerza laboral. Como esas restricciones son recurrentes en el caso cubano, su efecto queda identificado en esas investigaciones.
La reducción de las importaciones tiene otra arista: su influencia sobre el equilibrio macroeconómico interno, a partir del impacto desproporcionado que tienen las compras externas en la oferta agregada. Los datos apuntan a que la contracción del volumen de las importaciones viene acompañada de un ajuste significativo en la variación anual del PIB, el tipo de cambio y las tasas de inflación.
En la Tabla 1 se aprecia la relación entre los indicadores. En crisis anteriores, se observa un patrón similar. La caída de las importaciones representa el ajuste externo. La actividad productiva doméstica cae ante la escasez de materias primas y se reduce la disponibilidad de bienes finales importados. Como consecuencia, se incrementan los saldos monetarios en el sector de los hogares, los que presionan a los precios. Ante la rigidez de los precios formales, se desarrolla un mercado informal que funciona como mecanismo de ajuste complementario, y en el que se expresan los desequilibrios existentes en toda su magnitud.
Hay que añadir que, debido a las características únicas del modelo cubano, es poco probable que los precios internos (de cualquier tipo) se ajusten para acomodar completamente los choques externos. Otros mecanismos también cumplen esa función, tales como la escasez física de productos, las colas, la proliferación de mercados paralelos informales y las devaluaciones implícitas. Por ejemplo, en 2001-2002 (impacto negativo de los atentados de las Torres Gemelas en el turismo), aumentó el tipo de cambio de CADECA hasta un nivel que el Gobierno consideró inaceptable y decidió mantenerlo fijo a partir de entonces; y también repuntó la inflación. En 2008-2009, el tipo de cambio oficial permaneció constante, sin embargo, el CUC perdió la convertibilidad en el sector empresarial y aumentaron los impagos a proveedores e inversores extranjeros.
En la actualidad, se constatan nuevas características que acentúan los efectos comentados. Tanto el sector privado como el mercado informal representan una parte mayor del consumo total de las familias. Desde principios de la década pasada, las importaciones de mercadería individual ganaron espacio en el consumo de los hogares. Desde 2020, el sector privado accede (con limitaciones) al comercio exterior. Según cifras oficiales, el ritmo de los primeros meses de 2023 augura que el sector haría compras en el exterior por unos mil millones de dólares (Cubadebate, 2023), sobre todo de productos finales, una parte importante de los cuales son alimentos. Cualquier incremento de sus compras en el exterior alivia la escasez, pero presiona enormemente sobre el valor de la moneda en el mercado cambiario informal. Cuba tiene hoy más mercado en el consumo de los hogares, pero no ocurre así en los mercados de factores. Por lo que es comprensible que los desequilibrios se expresen con particular fuerza en el primero, donde los precios son más «libres».
Con poca fortuna, el volumen de las importaciones ha caído durante siete años consecutivos desde 2016. En algunos productos, los descensos son notables, como en los alimentos, los combustibles y las materias primas para la actividad agropecuaria (Tabla 2).
La situación deja varias lecciones inmediatas. La sustitución de importaciones, como opción de política presente en los discursos, ha fracasado. No se ha avanzado ni en bienes intermedios ni en consumo final. La agricultura va en caída libre. Tampoco hay progreso en competitividad externa. Se apostó a un esquema de venta de servicios profesionales (sobre todo de salud y mediante envío de personal), que dependía más de aliados externos que de desarrollar capacidades endógenas. Esos servicios tampoco lograron encadenamientos hacia el sector productivo doméstico. Además, se cosecha lo que se ha sembrado en el sector privado. La realidad es que es más beneficioso importar que producir en el país. Sin unas expectativas de rentabilidad razonables ancladas en un marco legal previsible y libre de arbitrariedades, el rentismo es una opción más segura. Dicho de otra manera, Cuba se empobrece en relación al resto del mundo, y las variables macroeconómicas internas se ajustan para reflejar esa realidad.
Por último, la brecha entre oferta y demanda es tan pronunciada, tal y como se desprende de la tendencia de los precios, que un plan de estabilización tradicional tendrá limitado alcance a menos que opte por un ajuste brusco, que también supone riesgos políticos. Llevar la demanda al nivel actual de oferta será doloroso. Si se consigue, los hogares van a notar el problema de fondo con claridad. La inflación se moderará, pero el acceso a la canasta de consumo seguirá siendo muy limitado.
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