Cuba se enfrenta a la que —probablemente— sea la mayor crisis agropecuaria de su historia y el Gobierno no tiene una estrategia clara para solucionarla. La conclusión se desprende de las declaraciones hechas por el ministro de Agricultura, Ydael Pérez Brito, durante la Mesa Redonda del 27 de octubre de 2023.
Sus palabras pueden resumirse en su convocatoria a «que todo el que pueda se gire para el campo». De esa forma, intenta compensar la falta de recursos importados, esenciales para la agricultura moderna. Pero sucede que esa fórmula se aplicó sin éxito en el pasado.
Con apenas el 15 % de la población residiendo en zonas rurales y un porcentaje incluso menor incorporado a las labores agrícolas y ganaderas, la isla necesitaría mecanizar la mayoría de las labores agropecuarias e incrementar el uso de fertilizantes y otros productos químicos.
Pero desde el comienzo de la pandemia de la COVID-19, la disponibilidad de diésel para la agricultura disminuyó en casi un 60 %, la de alimentos importados para el ganado en un 80 %, y la de fertilizantes industriales en un 96 %.
El Gobierno cubano ha insistido durante años en que no resulta rentable invertir en fertilizantes químicos, combustibles y otros recursos para la producción agropecuaria, tesis que fue defendida —implícitamente— por el ministro Pérez Brito.
«Hay que sumar a las familias» con prácticas de siembras populares, pues «el objetivo es aumentar la producción y sustituir importaciones», dijo.
Uno de los ejemplos que utilizó fue el maíz, del que se produjeron más de 400 000 toneladas en 2016, pero que por la falta de insumos ha decrecido un 70 %. Sus declaraciones quedan en entredicho ante evidencias como las de una cosecha experimental realizada en abril de 2023 en Artemisa.
Allí, una plantación a la que se habían destinado todos los recursos de la agricultura moderna logró triplicar el rendimiento promedio del país y hacerlo a un costo de 166 dólares por tonelada, menos de la mitad del precio del cereal en el mercado internacional. Con un flujo mínimo de inversiones, la agricultura podría satisfacer buena parte de las necesidades de la isla y convertirse en una importante fuente de divisas por exportaciones.
El ministro insistió en que «existen reservas sin explotar» a las que se debe llegar, pero no profundizó en los efectos de la falta de recursos sobre la producción agropecuaria y, en definitiva, sobre la comida que llega a la mesa de los cubanos.
«La principal causa de los altos precios es la falta de producción», reconoció en otro momento de su comparecencia antes de contraponer los indicadores actuales de varias ramas con la demanda del país.
Cuba necesitaría 200 000 toneladas anuales de carne porcina y no pasa de las 20 000; 5 millones de huevos diarios frente a menos de 3 millones que acopia; y 500 millones de litros de leche por año y se halla a las puertas de caer por debajo de los 200 millones.
De continuar la tendencia, 2023 pudiera cerrar como uno de los peores años en la historia de la ganadería cubana. Los impagos a los productores lecheros y la negativa estatal a garantizar al menos niveles mínimos de combustible y otros recursos lastran la actividad ganadera.
Con el arroz y los frijoles la situación es incluso más complicada. En 2018 parecía posible cubrir la mitad del consumo nacional del cereal y todo el consumo de la leguminosa, pero las cosechas de ambos cultivos se desplomaron dramáticamente.
Al cabo de cinco años sigue sin contarse con los agroquímicos necesarios para acabar con plagas como el trips de las flores del frijol, que en pocos meses arrasó las plantaciones de la isla. En 2022, la producción arrocera rondó las 100 000 toneladas (se necesitarían 700 000) y la de frijoles las 10 000 (por 100 000 requeridas).
En el caso del café, la demanda para cubrir la canasta básica y el consumo interno es de 24 000 toneladas. Para 2023 se estima que solo se producirán unas 9 000 toneladas, apenas el 38 %.
Durante el programa televisivo, el funcionario eludió el tema del delito en las zonas rurales, un problema que varios campesinos han denunciado desde hace meses y que se ha acrecentado con los apagones y la escasez.
Ante tales circunstancias, el Gobierno ha decidido apostar por «varias agriculturas», explicó Pérez Brito, para quien deben coexistir las producciones a gran escala de las empresas estatales con los proyectos de autoabastecimiento de los municipios y centros de trabajo y las granjas y patios familiares. También defendió la búsqueda de contrapartes extranjeras o entre los nuevos actores económicos.
La última propuesta supone un cambio de actitud hacia los emprendimientos privados que, en su mayoría, hasta ahora se mantenían al margen de la esfera agropecuaria.
Queda por ver si el modelo de colaboración pensado por el Ministerio de la Agricultura replica los existentes en sectores como la industria alimentaria, al amparo de los cuales mipymes y cooperativas no agropecuarias importan diversos recursos.
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