Foto: Abraham Echevarría
¿Qué comen en Cuba las personas con dieta médica? (+audio)
26 / agosto / 2022
Un estudio realizado entre abril y junio de 2022 por Food Monitor Program (Programa de seguridad alimentaria en Cuba) y Cuido60 mostró el agravamiento de la inseguridad alimentaria en personas en condiciones de salud vulnerables, residentes en varias provincias de Cuba.
Entre los entrevistados se cuentan personas mayores de 70 años, personas menores de 70 años con enfermedades crónicas y embarazadas. Su preocupación más frecuente fue la imposibilidad de acceder a una alimentación que supla necesidades específicas.
La situación tiende a complicarse si las personas viven solas o con sus parejas, y dependen de su jubilación como única fuente de ingreso.
La condición social representa un agravante al serles muy difícil adquirir productos alimenticios en las tiendas en moneda libremente convertible (MLC) o en el mercado negro, como espacios para sortear la escasez de alimentos. Algunas de estas personas reciben apoyo de centros sociales —Casas de Abuelos—, de instituciones y organizaciones religiosas —Cáritas, Centros Loyola—, de comedores públicos o de miembros de la comunidad.
En muchos casos, la dependencia de terceras personas debido a problemas motores y a las deficientes infraestructuras para adquirir los productos les impide desplazarse o los obliga a esperar por horas la compra del producto distribuido. Esto, junto a la reducción de productos de la canasta básica, en especial los destinados a dietas especiales, ha dañado significativamente la capacidad de acceso a alimentos básicos para personas en condición de vulnerabilidad médica.
DIETAS MÉDICAS EN VANO
«En algún momento el médico que me atendió habló de una dieta, pero dejó claro que había que “resolverla”. El papeleo es complicado, y la mayoría de las veces es más el tiempo que se pierde en las gestiones burocráticas que lo que se gana con los productos “de dieta”. Actualmente, lo único que recibo es lo que viene por la canasta normada; lo cual casi que se reduce a los huevos y el pollo que también tienen sus irregularidades en la entrega», comentó una de las personas entrevistadas para el estudio.
Un residente en La Habana, de 70 años, que padece de síndrome de malabsorción intestinal, afirma que su salud deriva directamente de su dieta: «En mi estado la dieta es fundamental, pero de alguna manera mi organismo se adaptó a padecer hambre. No me desmayo, pero sí pierdo muchas capacidades, los últimos meses bajé bruscamente de peso y tuve COVID-19 dos veces. Mi sistema inmunológico está deprimido. Cuando he podido salir del país por cuestiones de trabajo, mi estado de salud mejora muchísimo, porque puedo consumir granos de distintos tipos o yogures», dijo.
Muchos adultos mayores refieren tener enfermedades crónicas derivadas de deficiencia en la producción y absorción de vitaminas, por ejemplo, la neuropatía periférica. La carencia vitamínica debe tratarse, preferiblemente, mediante una alimentación balanceada; sin embargo, muchos de estos padecimientos no tienen garantizada una cobertura dietética especial.
Una artemiseña de 86 años comenta las dificultades para asegurar el consumo nutricional requerido para su condición en contraste con su capacidad adquisitiva: «Debo consumir diversidad de frutas, sin embargo, o aparecen por temporadas y a precios muy altos o se encuentran solo de importación en MLC (…). No puedo consumir nada que contenga gluten y las harinas que se venden en Cuba casi todas lo tienen. No puedo consumir embutidos y los únicos que se encuentran aquí son muy procesados, como los perros calientes».
La anciana agregó que el yogur ya no lo puede comprar y, hasta antes de la pandemia, lo conseguía a través de la iglesia, pero ahora no le es posible. En las tiendas en MLC cinco litros de yogur probiótico cuestan 12 MLC, un precio que no puede pagar. «Solo me queda el huevo, que lo compro por la calle a 600 CUP el cartón», dice.
La madre de un menor en condición de vulnerabilidad médica comenta obstáculos similares: «Perdí mi trabajo en 2019 y recibo una asistencia social de 2 620 pesos, el mínimo para dos personas, y una de ellas con un requerimiento nutricional alto y específico. Los productos que necesito son por lo general importados y se venden en MLC. El puré de tomate que uso para la alimentación del niño lo pago en 800 CUP y uso, al menos, dos latas al mes».
Una madre matancera cuenta que a los seis meses su hijo tenía el peso correspondiente al mes y «estaba raquítico». «Tomaba una leche procedente de los Países Bajos, llamada “Neocate”», porque era lo único que se le podía dar a esos niños altamente intolerantes a todos los productos. «No sé qué estarán haciendo ahora, porque nunca más entró. Tampoco una leche a base de soya que se llamaba “Prolaxin” y se lo daban a partir del año de edad».
HAMBRE OCULTA
Aunque no se padezca de «hambre crónica», la ausencia de componentes vitamínicos y minerales para el cuerpo interviene en la capacidad física e intelectual. A menudo esta deficiencia, denominada «hambre oculta», se pasa por alto; aunque una tercera parte de la población mundial la padece.
El hambre oculta es un factor de riesgo para el sistema inmune, aumenta el potencial de enfermedades como anemia, caries dentales, diabetes, hiper o hipotiroidismo, obesidad, cardiopatías, osteoporosis o incluso cáncer. La escasez sostenida de alimentos sanos puede agravar enfermedades, demorar la recuperación de estas o crear enfermedades secundarias por la desatención a una dieta estricta.
Un sistema inmunológico malogrado por carencia de nutrientes no cumple su función de prevenir, resistir o sobreponerse a enfermedades por contagio, intoxicación, contaminación o cualquier otra condición adversa que ponga en riesgo la salud. El hambre oculta puede profundizar enfermedades de rezago, cuyo impacto durante la gestación y los primeros dos a tres años de vida aumenta el riesgo de morbilidad y mortalidad por enfermedades infecciosas; también puede reducir el rendimiento intelectual a largo plazo.
El hambre oculta no representa una deficiencia dañina a mediano plazo, sino que repercute directamente en el bienestar de las personas. La madre de un menor de edad residente en Matanzas, con enfermedad celíaca, un trastorno crónico autoinmune que lesiona el intestino ante el consumo de gluten, comenta que envenenar es la palabra que utiliza su gastroenterólogo cuando ella escasamente puede ofrecerle a su hijo alimentos sin gluten, y entonces sufre reacciones adversas directas como diarrea, dolor abdominal, cansancio y pérdida de peso.
Ante la carencia de alimentos saludables y el estrés agregado de saberse en una condición vulnerable, los entrevistados intentan sobrellevar las dificultades.
Un residente en La Habana, mayor de 70 años, dice: «Trato de mantenerme lo más ecuánime posible ante esta situación, de lo contrario no vivo. Mi esposa se estresa un poco más, para ella es muy difícil verme pasando hambre. Le preocupa mucho no encontrar qué cocinar. Hizo un cantero con plantas ornamentales para poder hacerme infusiones naturales, que ayudan cuando el hambre es mucha. También sembró especias para cocinar. Mi enfermedad ha pasado por un momento familiar muy fuerte, mi esposa es sobreviviente de cáncer hace 20 años, también tiene condiciones que atender en cuanto a su alimentación».
En adición, la mayoría de las mujeres gestantes que participaron en la investigación mencionó sentir presión adicional por no satisfacer su nutrición como lo indican sus centros de salud. «El embarazo en Cuba se vive con mucho estrés. Aunque por la parte genética todo va bien, existe mucha presión por parte de los médicos de la familia. Alimentarse es primordial, pero en Cuba cada vez es peor: vivimos a pollo, picadillo y perritos, nada más. Imagínate mantener un embarazo saludable con esa dieta», afirmó una habanera.
Su experiencia es secundada por otra capitalina que recuerda que durante el primer y segundo trimestres de su embarazo apenas podía tolerar los alimentos y eso influyó en que empeorara su condición de bajo peso. «Me mandaron un suplemento alimenticio que venden en las farmacias. El Materlax es una mezcla harinosa entre el yogur de soya de la bodega y el Cerelac que daban antes. Aquello era probarlo para salir corriendo a vomitar. Después estuvo en falta, junto con las pastillas prenatales y el fumarato ferroso que previene la anemia».
Como resultado, las gestantes afirman no haber podido contar con los alimentos necesarios que se recomiendan en su condición para resolver los déficits vitamínicos. Esta circunstancia es agravada por la falta de disponibilidad de alimentos que enfrenta el país, donde se hace imposible mantener suministros adicionales.
En dependencia del territorio donde se viva, se destina leche, pollo y carne de res adicional para las embarazadas, pero su entrega se ha visto distendida o cancelada.
«Antes de 2020 la dieta médica era irregular, pero los 13 productos que incluía se mantenían subsidiados y regulados por el Ministerio de Salud Pública. Desde ese año, las nuevas políticas económicas limitaron las dietas dentro del Ministerio de Finanzas y Precios y entonces los productos que estaban subsidiados se quedaron en un total de cinco. Se redujo a cinco productos y no hay absolutamente nada. Imagínate que uno de los productos que dejaron subsidiado es el plátano y eso no se está cosechando prácticamente en el país. Es una falacia total, ¿entiendes? No quitaron propiamente la dieta, pero su efecto es como si lo hubieran hecho», comenta una embarazada.
Es posible identificar una tendencia importante de la población cubana a desarrollar enfermedades debido a carencias alimentarias, a la preeminencia de alimentos ricos en grasa, almidón y azúcares, así como al estrés agregado por garantizar las comidas diarias. Las condiciones se han agravado o generado otras vinculadas a diagnósticos tardíos y a la incapacidad de garantizar una dieta precisa.
Los dos últimos años han empeorado la condición, desde antes precaria, de una sociedad que venía extendiendo enfermedades carenciales surgidas en la década de los noventa. Las personas en condición de vulnerabilidad han debido afrontar un contexto pandémico sin tener a su alcance una alimentación que pueda balancear su sistema inmunológico.
En el caso de enfermedades que dependen más de alimentos sanos que de medicamentos, como la enfermedad celíaca, reducir las dietas médicas a la par del desabastecimiento imperante significa privar de su tratamiento médico a las personas vulnerables. La situación, aunque mayormente invisibilizada, tendría repercusiones graves en un país con un sangrado migratorio en aumento, un comportamiento de natalidad bajo y una población cada vez más envejecida.
Historias al oído trae los mejores textos de elTOQUE narrados en la voz del locutor cubano Luis Miguel Cruz "El Lucho". Dirigido especialmente a nuestra comunidad de usuarios con discapacidad visual y a todas las personas que disfrutan de la narración.
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