Ñico y su materia prima. Foto: Ely Justiniani.
Alianzas para el reciclaje inclusivo en Cuba
25 / mayo / 2021
Ñico ha hecho su última recogida. Cuando el camión venga mañana a llevarse las materias primas, él colgará los guantes, literalmente, y se dedicará a sembrar flores en el mismo patio que hoy almacena kilogramos de basura.
«He sido recolector por más de quince años. Al principio la casa recolectora de materias primas me daba una caja de refresco o cerveza a cambio de cierta cantidad de latas de estos productos. Mi familia los consumía o los vendía, y así podíamos obtener una remuneración por nuestro trabajo. Con el tiempo comencé a hacerlo regularmente y poco después, cuando el Estado autorizó este trabajo, saqué una licencia y me dediqué a ello a tiempo completo», explica Antonio Carrasco (Ñico).
La recolección y venta de materias primas (por cuenta propia) fue aprobada en 2010 por el Gobierno cubano y sus exponentes, junto a los trabajadores del sector de comunales, ahorran al país alrededor de 150 millones de dólares por concepto de recuperación de desechos sólidos.
La basura de unos, el tesoro de otros
Sobre las 6 de la tarde Ñico sale a las calles con un carretón mediano. Acude a los lugares que frecuentan grandes grupos durante el día: parques, mercados, locales gastronómicos. Recolecta latas, envases de cristal, botellas plásticas, papel.
«Otras veces, antes de la pandemia, también trabajaba de noche si había un concierto o evento en algún lugar público. La cosa es ir a los lugares adonde vaya mucha gente, porque la gente genera basura, y lo que no sirve para ellos sí funciona para mí», comenta.
Agrega que «en este trabajo también debes andar ágil, tratar de llegar primero o llegar a algún convenio con los administradores si se trata de un restaurante o una cafetería, por ejemplo. Cada día hay más gente que se dedica a esto, y hasta por la basura existe competencia; aunque por suerte de eso todavía hay suficiente para todos».
Desechos sólidos almacenados por Ñico. Foto: Ely Justiniani.
Además de los recolectores avalados por el Estado, existen otros que operan de manera ilegal, comúnmente llamados «buzos», que se «sumergen» en los latones de basura en busca de materiales reciclables, e incluso esperan durante horas en los grandes vertederos por los camiones que descargan los desechos.
Ñico cuenta que las prácticas poco saludables de algunos recolectores han reclamado mayor seguimiento por parte de las instituciones de Salud Pública para evitar que estos o las comunidades a su alrededor se contagien de alguna enfermedad: «Quien trabaja con la basura, si no se cuida bien, puede coger leptospirosis o cualquier otro tipo de infección. Además, las botellas que no se almacenen de manera correcta pueden llenarse de agua y convertirse en criaderos de mosquitos. Por eso nos exigen que lavemos lo que recogemos, que almacenemos los recipientes tapados y boca abajo, y que no acumulemos grandes cantidades de materias primas; aunque desgraciadamente esto no siempre se puede hacer, por cuestiones ajenas a nosotros».
Hace más de dos meses el patio de Ñico almacena decenas de sacos de latas, y distintos envases de plástico y cristal en espera de la casa de compra de su municipio: «Ellos envían un camión a recogerla, y casi siempre me pagan aquí en efectivo. Pero, según nos dicen, no siempre tienen dinero disponible para pagarnos, por eso los plazos entre cada recogida se demoran cada vez más. Eso hace que yo tenga que acumular las materias primas en mi casa, y me ha traído problemas con los inspectores de Salud Pública. Entonces, ¿qué debo hacer, no recoger más? ¿Necesitamos o no necesitamos las materias primas?».
Reciclaje y emprendimiento
¿Quién no tiene una botella en casa?, pregunta Ana mientras explica los múltiples usos que se le puede dar a este objeto con fines decorativos: «Se puede pintar, utilizar como florero y, con un poquito más de práctica, se puede convertir en una lámpara, como hago yo».
Durante la pandemia Ana Acosta ha dedicado su tiempo libre a convertir botellas de cristal en hermosas luminarias y está en proceso de obtener una patente para crear una pequeña tienda donde vender sus productos.
Ana no es la única que ha basado su negocio en el reciclaje, cada vez son más los emprendimientos que convierten objetos que otros desechan en elementos decorativos o con utilidades diversas. Los jóvenes emprendedores de Ciclo EcoPapel, por ejemplo, manufacturan agendas, libretas, archivadores, cartones para dibujo y otros productos a partir de papel reciclado; Jorge Suárez, en la azotea de su edificio transforma palés de madera en camas, mesas, sofás y estantes; Yanelys también fabrica muebles, en su caso para mascotas, a partir de neumáticos viejos.
Muebles de Jorge Suárez trabajados a partir de material recuperado. Foto: Cortesía del entrevistado.
«Los forramos con tela y esponja, les ponemos una base fina de madera o cartón tabla, un cojín en el centro y luego lo decoramos lo más atractivo posible. El resultado es una camita para consentir a tu perro o gato, que muchos prefieren, ya que tienen un tamaño grande, son fuertes y el precio es asequible; pues en Cuba no se fabrica este tipo de productos, e importarlos sale mucho más caro», comenta Yanelys.
Ana Acosta apunta que el trabajo con objetos reutilizados es provechoso en muchos sentidos para varios actores de la comunidad: «Al inicio utilizaba las botellas que tenía en casa o las que me regalaban mis amigos; luego, cuando los pedidos aumentaron, tuve que establecer un convenio con un recolector de la zona, que me trae las botellas limpias y sin etiquetas. Esto es bueno para él, porque encuentra otra salida para la materia prima que recoge; para mí, ya que obtengo material para trabajar; para nuestros clientes, que pueden adquirir un objeto decorativo hermoso y económico; y para todos los que vivimos en esta ciudad, porque una botella que se reutiliza es una botella que no va a parar a las calles o a contaminar los mares».
Foto: Cortesía de la entrevistada.
Reciclaje inclusivo en Cuba
El reciclaje inclusivo es una iniciativa para transformar la gestión de los residuos sólidos en un modelo inclusivo y circular, en el cual cada recolector informal pueda convertirse en un microempresario que proporciona material reciclable a quienes lo necesiten.
En América Latina y el Caribe la plataforma Latitud R y Fundación Avina promueven intercambios con Gobiernos, empresas y actores locales para coordinar acciones que vayan desde el reclutamiento, capacitación, equipamiento y seguimiento de los recolectores, hasta la educación en materia de separación y reciclaje dirigida a toda la sociedad.
Gonzalo Roque, director programático de Fundación Avina, apunta que su organización tuvo algunas conversaciones con actores locales cubanos para trabajar en esta agenda desde hace varios años.
«Yo hice algunas visitas de terreno y tuvimos intercambios con diferentes oficinas de alcance nacional y local en distintos municipios. Lamentablemente, no se concretó nada y no le dimos continuidad. No tenemos ahora ningún plan concreto en relación con Cuba, pero siempre (estamos) abiertos a retomar diálogos al respecto», comentó Roque.
Aunque no se realice bajo la etiqueta de reciclaje inclusivo, Cuba ha dado pequeños pasos en el tema a partir del surgimiento de negocios que elaboran sus productos con material recuperado. Muchos de estos han establecido convenios informales con recolectores de la comunidad, quienes les suministran la materia prima necesaria, y suman así otro comprador para los productos que recogen; además de las casas de compra de materias primas instituidas por el Estado.
Gonzalo Roque considera que son alentadores estos avances que recuperadores y cuentapropistas cubanos han obtenido juntos, y apunta que este es el primer paso para emprender el camino del reciclaje inclusivo.
«Yo digo que hay que partir de experiencias piloto, acotadas, que permitan aprender y ajustar, y no largarse con planes de largo alcance y largo plazo como una estrategia nacional en el tema. Mejor ir desde lo más chico a lo más grande. Es clave encontrar una ciudad que tenga la voluntad política de avanzar con esta agenda, y desde ahí mapear qué sucede en el municipio y qué actores hay en el terreno con quienes se pueda contar para poner en marcha el proceso», recomienda Roque.
El director de Fundación Avina añade que «hay cuestiones que hacen a la viabilidad de la estrategia y que no se pueden dejar fuera, como tener compradores para los materiales que se colectan, que pueden ser precisamente estos emprendimientos locales que reutilizan desechos sólidos, o bien el destino puede ser la exportación. Desde una experiencia puntual, se puede ir aprendiendo y trazando una hoja de ruta para las políticas nacionales», concluyó.
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