cambios en Cuba

Foto: Maikel Valle.

Cambios en Cuba: ¿a través del diálogo o de la violencia?

22 / julio / 2022

¿Qué escenarios hipotéticos o ideales obligarían al Gobierno cubano a sentarse a dialogar? ¿Es posible una transición hacia un Estado de derecho en Cuba a través del diálogo? ¿Es la violencia el único camino a un cambio en la isla? Alrededor de estas y otras preguntas varios activistas, artistas, académicos y miembros de la sociedad civil respondieron durante un intercambio organizado por Cuba Próxima.

Para el doctor en Ciencias Jurídicas Julio Antonio Fernández Estrada hay un elemento objetivo que impulsa a dialogar: las actuales condiciones de Cuba. Especifica que es la Administración del archipiélago la que debería darse cuenta de la necesidad de un diálogo. Pero, sucede en escenarios de este tipo, que el Gobierno escoge con quién dialoga o dialoga como funciona: antidemocráticamente, busca la forma de hacer el diálogo que más le convenga, conspira, hace pactos secretos, amarra asuntos.    

«Planteamos que el respeto por los derechos humanos tiene que avanzar de conjunto con ese diálogo; el respeto por la democracia, la transparencia y el Estado de derecho con todo lo que incluye debe ser algo que acompañe el proceso todo el tiempo. Estos elementos pueden dar garantías a las personas que sienten miedo por el diálogo y sus resultados o consecuencias», explica Fernández Estrada.

El jurista detalla que se trata de propiciar un ambiente de respeto por todas las personas y grupos que tengan responsabilidad con las políticas del Gobierno actual. Ello no significa que no se creen las responsabilidades jurídicas y que no existan formas de lograr justicia, sino que debe evitarse llegar a la violencia, las revanchas y los ajustes de cuenta, justo el ambiente de caos que no desea casi nadie que quiera lo mejor para Cuba. 

Apunta el abogado y activista Yaxis Cires que el diálogo o pacto político, contrario a lo que se cree, es una solución en extremo pragmática en el caso cubano. Cree que, aunque se tenga como base el respeto a los derechos humanos, también hay que ser exigentes con quienes ostentan el poder en Cuba; de no hacerlo, esa dirigencia no va a tener una motivación para cambiar, para aceptar que la otra parte de Cuba tiene derecho a participar en la vida política.

No pensar en clave de exigencia, puntualiza Yaxis, es creer que el poder en Cuba se resiste al cambio solo porque cree que los demás le van a pasar factura y no es ese el sentido; también se resisten porque hay intereses creados. «Es muy fácil acostumbrarse a estar 63 años mandando en un país y haciendo lo que les da la gana. Nos estamos acercando a un escenario complejo, incluso desde la propia cúpula, por tanto, lo que aquí planteamos tiene una vigencia pragmática en los próximos años», especifica.

Elena Larrinaga, activista y creadora del Observatorio Cubano de Derechos Humanos, explica que un cambio político en un país sin que hablen las partes confrontadas no funciona y acaba en un conflicto civil. En este sentido, lamenta el déficit democrático que tenemos los cubanos, quienes debemos entender que cuando llegue la libertad y la democracia a Cuba no significa que todo el mundo vaya a pensar igual, sino que precisamente se va a trabajar para que pueda coexistir la diversidad de opiniones y sepamos convivir todos juntos.

«Y para empezar a convivir todos juntos tenemos que entendernos, porque todos somos cubanos, estemos donde estemos y pensemos como pensemos», opina la activista.

El jurista Julio Antonio Fernández considera que los cubanos debemos incorporar a nuestros valores un poco de humildad ante la realidad del mundo, ante las luchas sociales y lo que han hecho otros pueblos y culturas. «El chovinismo nos ha hecho creer que somos el ombligo del mundo, el faro de América Latina, la revolución más importante de la época contemporánea, que hemos logrado los derechos más grandes… Es un discurso que ha entrado en la población por medio de la propaganda política».

Fernández subraya que en entornos complicadísimos de violencia, derramamiento de sangre, injusticias, desapariciones, torturas y asesinatos salvajes, se ha impuesto también la posibilidad de cambiar esa realidad por medio de vías electorales, consultas populares, movimientos sociales que apuestan por dejar atrás el odio y el miedo y superar los obstáculos con otros mecanismos.

A pesar de que cree en la posibilidad de Cuba para lograr el escenario, reconoce un problema que otros pueblos no han tenido en estos contextos: una enorme pobreza que hace que en Cuba la vida cotidiana de las personas sea insostenible. «Esa pobreza nos ha perfilado, nos ha cincelado como personas que estamos en la supervivencia, donde son casi imposibles los ademanes políticos y el civismo».

El proceso de cambio soñado por el profesor Julio Antonio Fernández respetaría no solo los derechos humanos, sino todas las variantes y propuestas políticas en juego en el país, donde ninguna sería más importante que otra. No apostaría por la discriminación política ni por el voluntarismo o privilegios y jerarquías heredadas, sino que todas las fuerzas políticas, grupos, organizaciones y movimientos aportarían a la República que fundemos, una República democrática, con justicia social, un Estado de derecho y derechos humanos.

¿Cómo podría lograrse el diálogo?

«Mientras más grande, riesgosa y lamentable es la crisis, más urgencia hay de una solución. Debe existir un Estado de derecho que garantice los derechos humanos y una democracia necesaria para que el ciudadano pueda construir la República y alcanzar el bienestar, la libertad, etcétera», dijo el jurista Roberto Veiga, director del Centro de Estudios Cuba Próxima.

Veiga considera que la negociación es la mejor vía para el país. Pero, ¿qué probabilidades hay de que se concrete un diálogo? Los hechos de la historia reciente han deslegitimado, para un número considerable de la sociedad civil cubana dentro y fuera del país, la negociación como posible solución.

En palabras de Veiga, han existido momentos en que los diálogos se usaron para beneficios parciales y temporales; otros, en que los intentos de diálogo fueron más loables, pero el poder en Cuba los quebrantó, los desautorizó, los deslegitimó y los criminalizó. «Después de estos eventos, hemos llegado a una situación de crisis extrema con las posibilidades de negociación entre los cubanos bastante dañadas».

A pesar de ello, el jurista reafirma que no se puede abdicar en la insistencia de dicha opción, ya que las posturas del Estado y los sectores más conservadores no son quienes lo determinan, sino las necesidades de Cuba. Por ello deben crearse las condiciones para una negociación.  

¿Cómo convencer a quienes permanecen cerrados o escépticos a la opción de un diálogo? Es comprensible que la alternativa no sea popular en un ambiente de ausencia de democracia, crisis de los derechos humanos, crisis de la reproducción de la vida material de la gente, crisis de legitimidad, crisis institucional y de valores, refiere el profesor Julio Antonio Fernández.

«La gente está sobreviviendo y también lo está el Gobierno, por lo tanto hay oídos sordos por todas partes: entre el oficialismo y las víctimas, y desde los diferentes parapetos ideológicos y políticos. Pero hay que irle de frente a la necesidad de la paz y la armonía en el país. Para eso el diálogo es un camino necesario y debe hacerse con toda la dignidad posible y confiar en un mejor futuro para Cuba», afirma el experto, quien también aclara que dialogar no significa olvidar ni perdonar. Dichas cuestiones deben decidirse por otras instancias y en otros momentos.

Lo difícil para emprender ese camino, ahonda Julio Antonio Fernández, radica en que la cultura política del pueblo cubano no se basa en la construcción. «Nos han quitado la voluntad de crear, imaginar y fundar políticamente. En nuestro país no habitan ciudadanos, sino deudores políticos, personas que solo deben confiar y agradecer. Ello ha producido una ciudadanía que no se mueve ni participa ni legisla ni discute ni critica ni vota en contra; esas cuestiones, que son normales en la política, están prohibidas en el contexto cubano. Por ende, la falta de diálogo en el país es un producto del tipo de ciudadanía del totalitarismo, un producto acabado de esa realidad», especifica.

La incertidumbre ante el futuro de Cuba es un sentir colectivo que también ha expresado el Parlamento Europeo al activista y abogado Yaxis Cires en reuniones recientes para abogar por los presos políticos y sus familiares. La propuesta del director de Estrategia del Observatorio Cubano de Derechos Humanos y coordinador de Cuba Humanista pasa por la creación de un centro político donde estas cuestiones se planteen con normalidad y sin ataques, sin ser esclavos de opiniones extremas que contribuyen a retrasar más al país y a detener los posibles avances.

«Tenemos que ser autocríticos con nosotros mismos y con nuestros aliados en esta lucha democrática en la que solos no podemos; necesitamos el acompañamiento de actores internacionales», señala Cires.

En este sentido, Elena Larrinaga comparte la alternativa del diálogo como solución a los problemas, pues la comunidad internacional que apoya a Cuba solo lo hará sobre la base de que se genere un cambio de manera civilizada y no en un escenario de caos y violencia.

«La idea sería indagar en los elementos que pudieran potenciar una situación que obligue al poder a sentarse a dialogar. Hay que incidir y trabajar en estos puntos, además del factor ontológico del deber ser».

Roberto Veiga concluye: «Entre los fines de lo que defendemos está la libertad y la democracia, pero hay finalidades que están más allá y que debemos dejar cada vez más claras: qué vamos a hacer con la democracia, para qué queremos la democracia, de qué vamos a llenar nuestra libertad. Y es precisamente dándole una solución a la indignidad en que vive el pueblo cubano, solución a sus problemas económicos, sociales, educacionales. Los instrumentos democráticos tienen que estar en función de solucionar los problemas del pueblo cubano que hoy sufre una pobreza extrema. La gran batalla es por construir una Cuba mejor en la libertad y desde la libertad».

«La crisis que tiene Cuba hoy no solo demanda diagnóstico o activismo, demanda operar para reducir el sufrimiento, para acortar el tiempo del sufrimiento del pueblo cubano; la urgencia es porque tenemos que ahorrarle sufrimiento al pueblo cubano. Por esa razón, las vías para lograr los cambios que necesita Cuba también tienen que ser justas con esa demanda, con el imperativo de que el pueblo no sufra más».

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Alexander Marrero

yo creo que tmb se podría seguir empujando hasta hacerlos salir del poder hullendo
Alexander Marrero

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