María Elvira Salazar. De la ley de dignidad a «las jaulas estaban limpias»

María Elvira Salazar / Facebook.
«Las jaulas estaban limpias». Con esas palabras, la congresista María Elvira Salazar defendió las condiciones de detención en el centro conocido como Alligator Alcatraz, en los Everglades.
Luego de una visita guiada al lugar, la republicana dijo durante una entrevista en Fox & Friends que comprobó personalmente que las instalaciones cumplían «los más altos estándares federales» y que encontró los espacios en «buen estado y bien presentados».
La congresista agregó que también vio áreas recreativas cercadas, espacio para hacer ejercicios, Biblias en español y zonas designadas para asesoría legal.
Sin embargo, su defensa choca con las críticas de otros legisladores, como la demócrata estatal Shevrin Jones, quien describió el lugar de «profundamente perturbador y completamente inaceptable».
Además, organizaciones de derechos humanos han denunciado condiciones «inhumanas»: calor extremo, hacinamiento, acceso limitado a servicios sanitarios básicos y la falta de agua.
Ley dignidad: de los encierros al Congreso
Al mismo tiempo que defiende Alligator Alcatraz, Salazar impulsa en el Congreso la ley dignidad de 2025. Presentada en conjunto con la congresista Verónica Escobar (D‑TX) el 15 de julio de 2025, la ley propone otorgar un estatus legal temporal de hasta siete años a inmigrantes indocumentados con más de cinco años en EE. UU., que no tengan acceso a beneficios federales ni vía directa a la ciudadanía.
Sin embargo, la vía que propone Salazar no sería gratuita ni automática. Uno de los pilares del programa es el pago de una multa de 7 000 USD por persona, distribuida a lo largo de siete años. Durante ese período, una parte del salario de los beneficiarios sería retenida directamente por sus empleadores como forma de garantizar el cumplimiento del pago. La propuesta plantea que, con ese dinero, se financie el programa sin recurrir a fondos públicos ni aumentar los impuestos.
Otro componente central de la ley es la obligatoriedad del sistema E-Verify. Esta es una herramienta que permite a las empresas verificar el estatus migratorio de sus empleados de manera electrónica. Aunque actualmente su uso es voluntario en muchos estados, la ley de Salazar busca que todas las empresas del país lo utilicen de forma obligatoria con el objetivo de impedir que personas sin estatus legal accedan al mercado laboral. Esta medida ha sido criticada porque puede fomentar la discriminación laboral y debido al riesgo de errores en el sistema que podrían afectar a trabajadores legales.
Finalmente, la ley contempla la creación de «campus humanitarios» tanto en la frontera sur de Estados Unidos como en países latinoamericanos. Estos centros funcionarían como puntos de procesamiento y evaluación para personas que buscan ingresar al país (en especial, solicitantes de asilo).
La idea, según sus impulsores, es reducir el flujo migratorio irregular y brindar atención en entornos controlados. Sin embargo, organizaciones de derechos humanos han expresado su preocupación: temen que estos campus se conviertan en formas de detención prolongada sin las debidas garantías legales, sobre todo si se establecen en países con sistemas judiciales débiles.
La ley dignidad ha ganado algo de apoyo bipartidista (más de 30 copatrocinadores), pero genera división. Los republicanos más duros la ven demasiado blanda, mientras los demócratas critican la ausencia de un camino hacia la ciudadanía y la exclusión de prestaciones sociales.
En este contexto, defensores de derechos migratorios advierten que un estatus temporal sin ciudadanía no garantiza seguridad real y que puede establecer una «segunda clase» de trabajadores vulnerables.
¿Dónde queda la dignidad?
María Elvira Salazar sostiene que su proyecto migratorio ofrece una solución equilibrada: respeto a la legislación sin renunciar a la compasión. La ley de dignidad, ha insistido en múltiples ocasiones, no otorga amnistía, pero reconoce el aporte de millones de inmigrantes al país. Según su narrativa, quienes han trabajado, no tienen antecedentes y aceptan pagar una multa, merecen una oportunidad legal.
Sin embargo, su retórica se tambalea ante las imágenes y denuncias que emergen de Alligator Alcatraz. La frase «las jaulas están limpias», lejos de mitigar la polémica, acentuó la disonancia entre el discurso de dignidad y la realidad del encierro. ¿Cómo hablar de respeto o de estatus ganado con esfuerzo cuando cientos de migrantes siguen detenidos, muchos de ellos sin antecedentes penales y sin haber cometido delito alguno?
El término «dignidad» entra en crisis cuando se contrasta con testimonios de falta de agua potable, comida en mal estado y luz artificial las 24 horas.
Será importante observar qué ocurre con el proyecto en el Senado, y si el presidente Trump —cuya firma sería definitiva— apoya una legislación que no ofrece ciudadanía ni prestaciones ni seguridad jurídica permanente, pero permitiría regularizar a miles de personas que ahora mismo están en riesgo de deportación.
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