Mi hijo Daniel, de cuatro años, siempre ha estado fascinado con los aviones. Desde el vuelo rumbo a Nicaragua, que fue su primera experiencia admirando las nubes detrás de una ventanilla, comenzó a decir que quería ser piloto.
Por esa razón, un tiempo después, mientras íbamos en un carro y pasamos cerca del aeropuerto, le pregunté: «Dani, ¿todavía quieres ser piloto cuando seas grande?». Su respuesta, tan sencilla pero profunda, nos dejó sorprendidos.
«Mamá, primero quiero ser un niño», dijo con una seriedad inusual para su corta edad. En ese momento comenzamos a reírnos, aunque su respuesta nos mostraba una realidad que muchas veces olvidamos. Con sus simples palabras recordé la importancia de vivir el presente, de disfrutar cada momento de la infancia sin apresurar cada paso.
En su inocencia, el Travieso me enseñó una lección valiosa. Aunque pueda tener sueños y aspiraciones para su futuro, lo más importante para él en este momento es ser un niño. Como madre, debo honrar y respetar su deseo de vivir su niñez plenamente sin preocupaciones ni presiones por lo que vendrá después. ¿Quién sabe? Tal vez algún día, cuando sea el momento adecuado, Daniel cumplirá su sueño de ser piloto. Pero por ahora, estoy feliz de verlo volar con sus alas y explorar el mundo a su manera.
Cuando sea grande seré… feliz
En el maratón caótico de la crianza, a menudo nos encontramos atrapados en la trampa de querer definir el futuro de nuestros hijos desde una edad temprana. Nos preocupamos por su éxito académico, por su desarrollo social y por su bienestar emocional sin darnos cuenta de que quizá lo más importante que podemos hacer por ellos es permitirles ser niños y soñar a lo grande.
En lugar de presionar a nuestros hijos para que se adhieran a un plan preestablecido de logros, deberíamos alentarlos para que dejen volar su imaginación mientras descubren el mundo que los rodea. La infancia es un momento mágico en el que no hay límites para lo que pueden imaginar y lograr.
En lugar de preocuparnos por el mañana, deberíamos enfocarnos en disfrutar el presente con nuestros hijos y permitirles que vivan cada día como el mejor día de sus vidas.
Por ese motivo, también es necesario soltar expectativas rígidas sobre el camino futuro de nuestros hijos y dejar que exploren, descubran y crezcan a su ritmo. En un mundo en el que la presión por el éxito a menudo comienza en la infancia, es vital que los liberemos del peso de nuestras expectativas y les permitamos seguir su viaje.
Al cambiar nuestra perspectiva sobre la infancia, ofrecemos el mejor regalo que podemos dar, la libertad para que sean ellos mismos y para que disfruten el momento presente. Para lograrlo, es imprescindible dejar de limitarlos y celebrar su infinito potencial.
Cada niño es único, con sus fortalezas, debilidades y aspiraciones. En lugar de tratar de encajarlos en un molde predefinido, celebremos su individualidad mientras los animamos a ser auténticos consigo mismos. Fomentemos un ambiente en el que se sientan seguros para expresarse, para ser quienes son y para perseguir sus sueños más profundos.
Abrazar el cambio como constante
Al igual que hacemos con nuestros hijos, también debemos permitirnos a nosotros y a nuestros seres queridos explorar pasiones y sueños sin miedo al juicio o a la crítica. Preguntemos a nuestros hijos, a nuestra pareja y a nuestros amigos qué es importante para ellos en este momento, cuál es su juego favorito o cómo se sienten más felices.
Aprendamos a valorar la autenticidad y la espontaneidad en lugar de la permanencia o la fidelidad a nuestras versiones anteriores.
El cambio es la única certeza en la vida y debemos abrazarlo en lugar de resistirnos a él. No limitemos el potencial de nuestros hijos o el nuestro al aferrarnos a expectativas preconcebidas. En su lugar, celebremos el cambio como oportunidad para crecer y aprender juntos.
En el viaje de la vida nos encontramos constantemente en un estado de fluidez y transformación. Cada experiencia, cada encuentro y cada desafío nos moldea de una manera única, haciéndonos evolucionar y crecer en formas que nunca podríamos haber imaginado. Es en este proceso de cambio que descubrimos la importancia de ser flexibles y de abrazar nuestras nuevas versiones porque no somos los mismos de hace dos años atrás y eso está bien.
Si bien puede ser tentador aferrarnos a nuestras versiones anteriores, con sus expectativas y sueños, es importante recordar que está bien cambiar de idea, de trabajo, de sueños…
Cuando nos permitimos ser flexibles, nos damos la oportunidad de crecer y expandirnos de maneras que nunca creímos posibles. Nos liberamos de las limitaciones autoimpuestas y nos abrimos a un mundo de posibilidades ilimitadas.
Es en el espacio de flexibilidad y cambio que descubrimos la verdadera belleza y plenitud de la vida. Nos permitimos explorar nuevos horizontes, seguir nuevas pasiones y crear nuevas realidades que reflejen quiénes somos en el momento presente.
Finalmente, liberémonos a nosotros y a nuestros hijos de la preocupación constante por el futuro. Confiemos en que, al permitirles explorar y seguir sus pasiones, encontrarán su camino hacia la felicidad y el éxito. Dejemos de pre-ocuparlos y, en cambio, abracemos la alegría y la aventura que la vida tiene para ofrecer.
Aquí les dejo algunas sugerencias para fomentar la individualidad y disfrutar del presente en familia.
Tiempo de exploración personal. Anima a cada miembro de la familia a dedicar tiempo para explorar sus intereses y pasiones. Lo anterior podría implicar actividades individuales como la lectura, el arte, la música, el ejercicio o cualquier otra actividad que les apasione.
Conversaciones abiertas y sin juicio. A medida que los hijos crecen, es bueno crear un espacio en el que los miembros de la familia se sientan cómodos compartiendo sus pensamientos, sentimientos y sueños. De este modo, animamos las conversaciones abiertas y sin juicio, en las que cada uno pueda expresarse libremente y ser escuchado con respeto.
Celebración de la diversidad. Reconoce y celebra las diferencias individuales dentro de la familia. Anima a cada miembro a compartir sus intereses y a aprender unos de otros. Organiza noches temáticas en las que cada miembro elija una actividad o pasatiempo para compartir con el resto de la familia.
Apoyo mutuo en los cambios. Fomenta un ambiente de apoyo mutuo cuando los miembros de la familia experimenten cambios o nuevos intereses. Apoya sus decisiones y celebra sus logros, sean grandes o pequeños.
Crear recuerdos significativos. Es imprescindible crear recuerdos juntos y aprovechar al máximo cada momento compartido. Lo anterior podría implicar actividades como viajes, salidas al aire libre, noches de juegos en familia o simplemente pasar tiempo de calidad en casa.
Fomentar la independencia. Ayuda a los niños a desarrollar su independencia al permitirles tomar decisiones y al darles responsabilidades acordes a su edad; lo cual los ayudará a desarrollar autoestima y confianza en sí mismos mientras que aprenden a disfrutar del proceso de crecimiento y descubrimiento personal.
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Annie Delgado Neto