¿Quién diría que para rematar un balón en Puerto Rico primero había que rematar el trámite de visado en la Embajada de Estados Unidos? Porque eso, justamente, fue lo que no logró el equipo femenino cubano de voleibol hace pocos días: conseguir una visa para jugar —sí, jugar— en el torneo Norceca Final Four.
La federación cubana lo confirmó: 12 atletas, un árbitro y varios entrenadores se quedaron con los bolsos listos y los uniformes doblados. Pero sin torneo. La reacción de las jugadoras fue tan lógica como devastadora: desilusión total.
No hay algo más frustrante que ver cómo la política pisa el área de juego y, en vez de silbato, lo que marca el inicio del partido es una negativa consular.
Las voleibolistas cubanas no iban a hacer espionaje ni a invadir una base militar ni a sembrar comunismo en las playas de Manatí. Iban a jugar voleibol en un torneo oficial.
Un triste precedente de lo que se puede avecinar para los deportistas cubanos en próximos eventos en territorio estadounidense.
Las visas fueron denegadas y con ellas también sus puntos para clasificaciones y su esfuerzo de meses de entrenamiento. Todo quedó en el limbo burocrático a pesar de que ha advertido aquello de que «la política no cabe en el deporte».
¿El motivo de la negativa de visa? Cuba está entre los 19 países a los que Estados Unidos impuso nuevas restricciones de viaje (travel ban) por razones de «seguridad nacional».
Lamentablemente, no se trata de un hecho aislado. Parecen una serie de capítulos de una novela en la cual el deporte queda atrapado entre aduanas, listas negras y políticas exteriores que lo mismo niegan visas que oportunidades.
En abril de 2025, a 14 atletas cubanos de atletismo tampoco los dejaron entrar a Florida para competir en el Mundial Máster Bajo Techo. Y en mayo, tres altos dirigentes del Comité Olímpico Cubano fueron vetados de asistir a una reunión en Miami. ¿Coincidencias? Parece más bien un patrón a seguir para próximos eventos —¡ojo!, los Juegos Olímpicos de 2028 son en Los Ángeles—.
¿Y qué pasa con los tratados deportivos internacionales, los principios olímpicos y esa frase bonita que dice que el deporte debe unir a los pueblos? Bien, gracias. Guardados en un cajón con llave en una oficina del Departamento de Estado.
Cada país tiene derecho a decidir quién entra o no en su territorio, pero cuando aceptas ser sede de torneos internacionales —sí, internacionales, esa palabra que implica la presencia de otras nacionalidades— también asumes un compromiso: dejar que todos los equipos participen.
Claro, lo anterior, en teoría. En la práctica, resulta que competir contra Estados Unidos en el terreno deportivo es cada vez más difícil si eres cubano. No basta con entrenar más ni jugar bien. Ahora hay que pasar el filtro geopolítico. Y eso sí que no hay forma de ensayarlo.
La Norceca Final Four no era solo un torneo decorativo. Daba puntos importantes para clasificar a la Volleyball Nations League y, a largo plazo, a los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Pero a las cubanas les cortaron el camino antes de empezar.
El veto no solo afecta a Cuba. Al resto de los equipos también les cambia el panorama. ¿Competencia pareja? Ya no. ¿Ranking justo? Difícil. ¿Credibilidad del torneo? Mmm…, digamos que cuestionable. Cuando te falta un equipo no estás organizando un evento deportivo, estás haciendo una exhibición con cupos vacíos.
Lo peor es que podría tratarse solo del inicio. ¿Se acuerdan del Clásico Mundial de Béisbol de 2006, cuando Cuba casi se queda fuera hasta última hora? Pues prepárense para una secuela en 2026, solo que esta vez con más suspenso y menos diplomacia.
Si no se resuelven las cosas con tiempo, como dijo el periodista Yasel Porto en su perfil de Facebook, podríamos ver un equipo cubano perdiendo todos los partidos «por no presentación». Lo nunca visto.
Cuando un atleta tiene que preocuparse más por el sello en su pasaporte que por el rival, el deporte deja de serlo. Si la situación no se corrige, lo que viene no es solo un problema para Cuba, sino un golpe bajo al juego limpio mundial.
Como van las cosas dentro de poco habrá que tener un pasaporte políticamente correcto para poder jugar en paz. Y eso, más que injusto, es absurdo.
Advierto que esta película tendrá más capítulos.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.


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