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Foto: Cortesía de los entrevistados.

Juguetes didácticos en Cuba: un mercado útil y en ascenso

22 / abril / 2022

La sede del proyecto Tragaluz es una casona pintada de blanco, ubicada en el municipio habanero Playa, que sirve para los más variados propósitos. Es miércoles y a las 10 de la mañana llegarán los estudiantes de la Escuela de Fotografía Creativa de La Habana (EFCH) para recibir su clase de hoy. Desde las nueve se ven algunas madres sentadas en el murito del portal o paradas detrás de una ventana, observando qué hacen dentro sus hijos de poco más de un año de edad. 

Del otro lado de la ventana hay una sala con estantes repletos de juguetes. Algunos de madera, otros de plástico, de fieltro, de tela, tejidos… 

Ana Mae Inda es la creadora de ese espacio, al que llama Ludoteca. Sin embargo, cuando invita a alguien a entrar no habla de un salón de juegos, sino de un taller. Uno piensa que encontrará niños un poco más grandes sentados en mesitas pequeñas, recibiendo una clase, pero llega y se encuentra con un puñado de bebés que apenas dicen mamá pero ya saben jugar.

Ahí está la clave. Una pequeña mueve una celda cilíndrica de madera, con la que puede practicar el agarre de mano completa y al mismo tiempo hacer «la pinza» —agarre con pocos dedos estirados— al introducir los dedos entre los barrotes, lo cual ayuda a potenciar el desarrollo motor propio de esa edad. 

Otro extrae pequeños cuadrados y círculos que se encuentran unidos a una base de madera por piezas alargadas que los atraviesan. Luego los vuelve a colocar y así mejora su agarre, su concentración —al esforzarse por hacer que la pieza alargada vuelva a entrar por el agujero—, y poco a poco aprenderá asociación, cuando empiece a unir cuadrados con cuadrados y círculos con círculos.

Así, la Ludoteca convierte el horario de juego en un espacio de desarrollo y a los juguetes, en las herramientas que lo hacen posible, para lo cual fueron diseñados y confeccionados. 

Algunos son creaciones de la propia Mae para su emprendimiento El Mundo de Amalia, pero la Ludoteca cuenta con piezas de, al menos, otros diez emprendimientos cubanos que confeccionan juguetes didácticos. Y ni siquiera son todos. A la experiencia le falta sumar piezas de otros proyectos que han surgido en este sector, sobre todo desde el período de pandemia en Cuba. La figura legal que los ampara es la del Artesano, la cual se le otorga a quien «confecciona, produce, repara y comercializa artículos, accesorios y prendas elaborados (...) transformando materiales no preciosos».

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Ludoteca. Foto: Cortesía de los entrevistados.

La cuarentena y el atraso en el aprendizaje

Yarelys Herrera es microbióloga, pero hace pocos años, mientras cursaba una maestría en Rusia, dio clases de español a niños mayores de un año y tuvo que informarse sobre los métodos de educación que se usaban donde trabajaba.

Luego, de regreso en Cuba, tuvo su propia niña y con ella adaptó los conocimientos que había adquirido y leyó nuevos libros y artículos sobre aprendizaje y educación.

Durante 2020, en pleno período de cuarentena, surgieron muchos grupos en redes sociales según gustos o necesidades en común de los usuarios para enfrentar la falta de interacción social a la que el encierro obligaba.

Yarelys comenzó a administrar uno de estos grupos. Lo llamó Bebé Capaz y, a través de este espacio, compartió con otros padres actividades que estimulan el desarrollo de los niños desde casa. 

Luego se le ocurrió hacer algunos juguetes para su pequeña y contó con la ayuda de Daniel Hernández, su esposo, quien es matemático, pero disfruta la artesanía y los trabajos manuales. 

No eran cualquier tipo de juguetes. Los primeros, recuerda, fueron rompecabezas y una luna de equilibrio, cuya idea es que el niño retire y recoloque piezas de una base semicircular haciendo que el peso la mantenga equilibrada. O sea, eran juguetes pensados para desarrollar distintas habilidades en su hija. 

En cuanto los compartió en Bebé Capaz, a los otros padres les encantó y quisieron tenerlos también para sus niños. De este modo, nació el emprendimiento Sovi Juguetes, liderado por Yarelys y Daniel.

«Con la Covid hubo muchos problemas con los niños, no solo en Cuba, sino a nivel mundial —explica Ana Mae—, sobre todo porque sufrieron atrasos en el lenguaje por la falta de socialización. Muchas madres me escribieron durante ese tiempo buscando asesoría. Tantas que no te puedes ni imaginar».

Mae tiene dos hijos: uno de siete años llamado Mauricio y Amalia, de nueve años, que nació sin una parte del cromosoma cuatro, lo cual le ocurre a una de cada 50 mil personas y suele provocar retraso en el desarrollo, discapacidad intelectual y rasgos faciales dismórficos, entre otros síntomas variables. Desde su nacimiento, y para ayudarla, Mae comenzó a estudiar temas de educación y de desarrollo del cerebro. Así logró que caminara, aunque los expertos habían dicho que su falta de información genética no se lo iba a permitir nunca. 

También, antes de la pandemia, llevaba un proyecto de la Escuela de Fotografía Creativa llamado Arte para Emocionar, el cual trabajaba con niños de la escuela de su hijo para fortalecerlos en temas de inteligencia emocional, que es la pasión de Mae y lo que estudia hoy a través de una maestría internacional.

Durante la cuarentena, mientras ayudaba a padres de forma individual o a través de grupos en redes sociales, conoció varios emprendimientos que se dedicaban a la producción de juguetes, entre ellos Sovi, y notó que era un campo en desarrollo que ella conocía y en el que incursionaba desde hacía tiempo con la fabricación de juguetes para su hija. Así nació también El Mundo de Amalia. 

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Foto: Pedro Sosa.

Todos los beneficios son para los niños

«Lo principal que me hizo decantarme por estos productos es que no hay muchas opciones para comprar juguetes de bebés. Sobre todo porque suelen ser muy caros. En las tiendas en moneda nacional no hay posibilidades y en MLC (moneda libremente convertible) los precios son bastante elevados», dice Danae Ricardo, madre de una niña de cinco meses que ha comprado varios de los juguetes de emprendimientos cubanos. 

Aunque su motivo principal fue la escasez, no se arrepiente. «Le compré un mordedor, unos discos para agarrar con las manitos y un sonajero, y los tres han resultado muy útiles. He notado que desde que tiene estos juguetes ha desarrollado más fortaleza en las manos y mayor fuerza en el agarre», dice. 

Desde finales de 2018, Cuba vive una crisis de desabastecimiento que encontró su punto álgido con la pandemia. Ello, unido al Ordenamiento Monetario establecido en la economía cubana a partir de enero de 2021, ha provocado la escasez e inflación en prácticamente todos los sectores del mercado, y los juguetes no escapan a este escenario.

«Casi que se ha imposibilitado la adquisición de juguetes en las tiendas. Cuando sacan uno, al momento lo compran para revenderlo a precios carísimos», explica Daniel Hernández, de Sovi Juguetes. «Además, son plásticos. Si el niño los deja caer se rompen. Los que hacemos varios emprendedores, por lo general, son de madera u otros materiales resistentes, tienen calidad y dan una solución a la necesidad actual del mercado. No solo le damos un juguete al niño para que se entretenga, sino también una herramienta para que se desarrolle».

Mae opina que, a pesar de la escasez en las tiendas, sí hay montones de juguetes que pueden comprarse. Susana Núnez, quien es psicóloga e investigadora del Centro de Neurociencias, coincide. Ella es madre de un niño pequeño y desde hace menos de un año lleva junto a su esposo Pedro Díaz y su amiga Danay Milá, otro de los emprendimientos que actualmente produce juguetes didácticos en Cuba: Más Mente.

Susana pondera el valor agregado de los juguetes más allá de la cantidad y de su variedad. «El beneficio de todo esto es que ha iniciado un movimiento que invita a las personas a educar a través del juego», comenta. «Así se aleja a los niños de las pantallas, que pueden causar rasgos muy parecidos al autismo, y se les lleva a un desarrollo temprano y saludable. Todos los beneficios son para los niños».

«Claro —agrega—, también hay que decir que a los padres les da más trabajo, porque el niño necesita al adulto para que lo guíe y no lo pueden soltar medio día viendo muñequitos. Pero es que ¡el niño necesita al adulto para que lo guíe!. En cualquier caso, es así como funciona. El niño se desarrolla a través de la mediación del adulto. El adulto es el que le enseña el mundo al niño. No hay otra manera».

María Isabel Fernández, quien le compró a su pequeña un juego de tarjetas con figuras para fomentar la construcción de historias, es un ejemplo claro de esto. «Mi niña entendía cuando uno le hablaba y decía palabras, pero con casi cuatro años le faltaba el lenguaje fluido. Jugando mucho con ella y estas tarjetas, inventando cuentos, haciendo que intervenga y diga qué les pasa a los personajes o qué tienen que hacer, ha ampliado su vocabulario y enlaza las palabras. Ha mejorado bastante. Todavía le falta, pero el avance se nota».

Ernesto Rubio dice que varios juguetes pensados para asociar figuras por su color o por su forma, comprados también a emprendimientos cubanos, ayudaron a su hijo de cinco años a aprenderse los colores y las figuras geométricas. «El niño cumplía ya los cinco años y su educación dependía de nosotros en la casa. No sabíamos cuándo la pandemia iba a permitir que tuviera una educación normal, así que decidimos avanzar y los juguetes fueron de mucha ayuda. Como era algo que podía ver y manipular lo fijaba todo más fácil», explica.

Para asegurarse de que sus juguetes sean bien utilizados y resulten efectivos, Susana los comercializa con una guía exhaustiva en la que especifica para qué rango de edad son y todo lo que se puede hacer con ellos. Antes de venderlos, se esfuerza por saber las características del niño al que serán destinados y orienta a los padres para que elijan la mejor opción.

El resto de los emprendimientos tiene protocolos más o menos similares. También hacen un trabajo de educación constante en las redes sociales y organizan o se adhieren a talleres gratuitos de padres y niños, como es el caso de la Ludoteca, para fomentar la crianza responsable y el desarrollo de los pequeños. 

Según explica Mae, «esto es más que vender juguetes. Es asegurarse de que realmente sean bien utilizados, hacer talleres, educar… y más a los padres que a los niños».

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Foto: Pedro Sosa.

La producción 

Además de su vínculo con la EFCH y su trabajo en El Mundo de Amalia, Mae lidera un proyecto llamado Habana es Nombre de Mujer, que reúne y potencia el trabajo de emprendedoras cubanas. A través de este ha llegado a muchas de las que actualmente comercializan juguetes didácticos y por ello cuenta con una colección tan amplia en su Ludoteca.

Con una ojeada rápida, puede notarse que los materiales de los juguetes varían según la especialidad de cada emprendimiento: algunos están hechos de croché, pero la mayoría son de madera, un material resistente, no dañino y sobre todo más fácil de adquirir y de trabajar en Cuba que otros como plástico o goma.. 

«Es un mercado fluctuante que nos limita a todos», dice Yarelys. «No puedes mantener el precio de un juguete estable durante muchos meses, porque de repente sube la tasa de cambio del dólar y con esta todo lo demás. Tampoco hay un lugar fijo donde puedas comprar la materia prima».

En el catálogo de Sovi Juguetes, sin embargo, pueden encontrarse productos que cuestan entre poco más de 100 pesos y hasta 500, según el grado de dificultad. Aun así, resultan más baratos que casi cualquiera de los que son revendidos en el mercado informal. 

Para sortear la escasez de insumos, siempre que pueden trabajan con madera reutilizada. Aprovechan hasta los árboles que a veces corta la Empresa Eléctrica y quedan botados en las calles.

Para mordedores y otros juguetes que el niño suele llevarse a la boca no usan cualquier tipo de material, sino que compran recortería de maderas con mejor calidad a algunos carpinteros.

Otros emprendimientos, como Más Mente, realizan la creación y diseño de sus piezas, pero subcontratan distintos talleres para el recorte de madera y el resto de trabajos físicos como la impresión. Para ellos, aunque el tema de los materiales no es una preocupación directa, tampoco es fácil.

«En diciembre pasado teníamos que prepararlo todo para un cierre de año por Navidad y, cuando fuimos a la imprenta, nos dijeron que habían tenido que botar los tóneres de las impresoras. El barco que les traía la tinta estaba atrasado, y tuvimos que esperar a que llegara. Finalmente arribó en febrero, así que enero fue un mes sin producción», cuenta Pedro Díaz de Más Mente.

A pesar de los problemas con las materias primas y una producción irregular, mantienen sus emprendimientos especializados en juguetes didácticos. 

En El Mundo de Amalia, por ejemplo, Mae hace un nuevo juguete cada 15 días, aunque todos con pequeñas producciones y para distintos rangos de edad.

Si pudieran acceder más fácilmente a los materiales, estos emprendimientos pudieran reducir —o al menos dejar de aumentar—, sus precios e inundar el mercado cubano de juguetes con calidad, diseñados en su mayoría por mamás y papás que buscan ayudar a otros padres y difundir una filosofía de crianza cuyo fin es siempre un mejor desarrollo para los niños.

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Las familias han encontrado en estos emprendimientos un espacio de desarrollo para sus hijos. Foto: Pedro Sosa.




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